(Partículas enlazadas se mueven en un complejo entramado donde cada interacción resulta íntimamente conectada a la siguiente, y a la siguiente, y a la anterior […] los pasos se diluyen en forma de probabilidades ante la imposibilidad de definirse, y las entidades, apenas discernibles, parecen oscilar entre existencia y ausencia).
lightbodies de Julia Creuheras despliega ese escenario agudo y sutil, donde los denominados cuerpos de luz, entidades que han trascendido las limitaciones de las leyes newtonianas, se convierten en narradores de un relato de incertidumbre y realidad cuántica. A través de esta premisa, nos adentramos en una concepción no lineal del tiempo y el espacio, donde todo ocurre al unísono y de manera internamente ligada. Los lightbodies se asemejan a piezas que conforman una gran maquinaria —como el intrincado mecanismo de un reloj, de una ciudad, o de un cuerpo— donde cada engranaje encaja en un delicado equilibrio de conexiones y relaciones que moldean la realidad que compartimos.
Esta mis-en-scène, arrebatada de cualquier noción de pasado y futuro, es orquestada por loops sonoros emitidos por motores, que figuran en muchas de las obras de Creuheras. Su presencia nos recuerda la naturaleza cíclica y no lineal del tiempo que emerge de las nuevas percepciones cuánticas; nos sumergen en un eterno presente donde el decidir no resulta determinante, y por ello, la duda es necesariamente aceptada.
Lejos de cualquier moralismo, en un ejercicio de matización radical, la duda cuántica emerge como fuerza motriz en la obra de Creuheras, reflejada en la dualidad luz-partícula. Y es que la materia, a falta de observador, se comporta como luz y partícula a la vez: existe en estado de incerteza. Nos recuerda la famosa paradoja del gato de Schrödinger donde, mientras la caja se mantiene cerrada, el gato permanece vivo y muerto al mismo tiempo. “Atesorar la duda”, afirma la artista, “conlleva des-jerarquizar la verdad”, destacando la importancia de la duda como elemento liberador.
Sus obras, esculpidas como elementos translúcidos que ocultan su verdadero estado, tejidas de interacciones entrelazadas o cubiertas por múltiples capas de significado y materia, se convierten en metáforas de entidades que existen en un estado indeterminado: son cuerpos que habitan la duda. Dichas representaciones se revelan como contenedores de incertidumbre encapsulada a ojos del observador, sugiriendo potencialidad infinita. Y ¿qué queda por desear, cuando todo está ocurriendo?
Para Julia Creuheras, el deseo no es simplemente un impulso hacia la obtención, sino más bien un antónimo de conseguir, una contradicción en sí misma. En sus obras este se manifiesta como pulsión, un deambular errante en su trayecto, donde el acto de caminar se convierte en una metáfora de la búsqueda constante, pero nunca definitiva.
Mariona Valdés Torrella