Su obra aborda la transitividad del ser, la subjetividad de la mirada y lo sublime. Propone suave terror sublime como estética operativa antropogénica. Primero, examina lo que constituye el poder tácito de la imagen y la existencia pre-objetiva de una composición. Lardy se cuestiona: ¿Cuál es la evolución metafísica de un objeto o sentimiento mientras perduran a través del tiempo y el espacio?
Se pregunta cómo la sensibilidad y la cognición del espectador dan a su vez existencia a la imagen, y cómo se relaciona con el idealismo trascendental. Con cada mirada llega un punto de vista singular. Para ello, mantiene la figuración abierta tras velos de pintura, como una invitación al espectador a formar su propia versión de la obra. Un grito violento se difumina por velos no categóricos de pintura translúcida: pluralidad de superposición, pluralidad de interpretaciones y verdades.
Además, la noción de Lo Sublime es la definición de su práctica. Por un lado, explora el Daily Sublime, donde los objetos de la vida cotidiana provocan las emociones más fuertes, y se convierten en el prisma donde se encuentran la memoria, la intuición y las imágenes. Esto es evocador de estados de trance, justo entre el despertar y el sueño, el poder emanado por el color y la luz, pero también en la yuxtaposición de objetos observados de la realidad y marcas pictóricas formales.
Por otro lado, explora cómo el concepto de Lo Sublime ha evolucionado desde el siglo XVIII hasta la realidad antropogénica actual. Además, propone la noción de Sublime Antropoceno como estética operativa.
Lardy observa cómo las representaciones románticas tradicionales de paisajes alpinos presentan escenas prístinas que ahora son el escenario de un ecosistema en decadencia: Los glaciares se están derritiendo, las presas se están reteniendo, las rocas se están rompiendo. Mientras vemos estos paisajes siendo alterados por el impacto geológico del ser humano en la tierra, la fuerza del Sublime tradicional se convierte en un suave terror, angustia ambiental. Soportamos un mundo de destrucción ecológica que evoca la angustia post-humana que siente el joven romántico Werther cuando se enfrenta al poder de la naturaleza.
Finalmente, los paisajes antropocénicos Sublimes se convierten en emprendimientos catárticos superpuestos con objetos de la vida cotidiana, y la reminiscencia de su forma alterada por el tiempo y la intuición. Evocan las emociones más fuertes mientras pinta con velos caseína y colores cambiantes.
La intención de Lardy es crear un mundo plausible de posibles realidades pictóricas que se desprenden de categorías de abstracción o figuración, pero donde uno se siente totalmente absorbido por la profundidad cóncava de la superficie plana de un lienzo. Trabaja hacia posibles mundos pictóricos donde no se espera que una imagen se adjunte a una pintura, pero donde esa imagen puede ser una de las muchas partes que contribuyen a la solidez de estas realidades en su contribución cognitiva al espectador consciente. Augusta Lardy aboga por una forma de pintar que permita que el medio sea el mensaje, al tiempo que da espacio a un tipo de figuración que no limite la obra a la suma de su narración.