La práctica de Andrés Izquierdo se articula a menudo en torno a movimientos transmutacionales y cosmológicos. A través de la escultura, el dibujo y la instalación, convoca experiencias de un territorio y de sus procesos subyacentes, prestando especial atención a sus ciclos vitales.
En el taller, el material se carga de sensaciones afectivas: impulsividad, represión, excitación o miedo. Izquierdo se fija en los estados depresivos donde la vulnerabilidad se siente como un descenso/ascenso.
Del interés por el abatimiento, emergen la ternura y la pareidolia como posibilidades para acompañar la pérdida.
Mediante procesos de recolección, fusión, cocción o reconstrucción, articula lo que de otro modo permanece fijo. lunas en mitosis, desdoblándose y sosteniéndose entre ellas; seres angelicales de barro y hueso que oscilan entre lo mágico y lo precario; o flores sintéticas recogidas en las inmediaciones de los cementerios para incorporarse en estructuras pendientes.
Situadas en Carrascosa (Cuenca), las investigaciones más recientes de Izquierdo se centran en las formas y huellas del abandono y en los procesos de descomposición/composición que tienen lugar en su entorno.